Abel Pintos: «Quería volver a la raíz de mí mismo»

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“Abel, esta chica que llora te trajo un regalo”, le avisa Peteco Carabajal a Abel Pintos, a las 16.30 de este sábado en Cosquín, en un alto de la prueba de sonido de su show celebración de sus veinte años aquí: esta noche en la Primera Luna del 58° Festival Nacional de Folklore. El cielo libera las últimas gotas y Peteco (que probará sonido después) abraza a algunos fans viendo la prueba de Pintos. Al fondo de la Plaza Próspero Molina, detrás de las rejas, cientos de fans suspiran, gritan y lloran por Abel. ¿Cómo será, para él, celebrar veinte años desde que -el 25 de enero de 1998- tocó en Cosquín por primera vez?

Ellas y ellos siguen aullando mientras Abel Pintos, con una camisa hawaiana y sombrero marrón de cowboy, se sienta junto a Clarín, tras el escenario, para revelarlo. “Este sábado a eso de la 1.30 de la mañana voy a dar un show de 21 temas en el Festival de Cosquín. El show de festejo de mis veinte años acá comenzó como una idea artística y me dije: ‘Estaría bien recorrer cronológicamente todos los once discos que edité, porque siento que todos vamos hacer el ejercicio de ver por qué mi música cambió como cambió. Yo no pasé a de hacer folclore a pop de un día para el otro. Vamos a mostrar que fue un desarrollo natural: la primera canción del concierto -para mí la más fuerte de esta noche-, en un tono folclórico, y la última, con un tono completamente pop, van a estar conectadas por veinte años”.

Abel suspira y afuera, bajo el cielo gris, alrededor de la Plaza Próspero Molina se oyen palmas, arengas por él, y la multitud no se despega de las rejas esperando verlo partir de la prueba de sonido en el Chevrolet negro estacionado a un costado. “¿Me traés agua mineral, por favor?”, dice Abel, y prosigue el protagonista del cierre de la Primera Luna de Cosquín. “Esto es una intimidad. Para poder conectar con aquellas primeras canciones de hace veinte años, empecé a ensayarlas solo en casa con la guitarra. Quería volver a la raíz, no sólo de Cosquín, sino de mí mismo. Cuando empecé a notar que al cantarlas me volvía la piel de gallina y los ojos se me llenaban de lágrimas, supe que era el momento de llevarlas a la sala de ensayo para armarlas con la banda entera”.

Por eso sonríe y siente: «Desde el inicio va a ser un concierto completamente emotivo para mí. Ojalá el público lo sienta de esa manera también». ¿Cómo vuelve al Abel de hace veinte años, desde estas canciones? «Mi primer premisa fue no intentar interpretar a un niño de 14 años. Hace muchos años que no los tengo. Y sobre todo porque en aquella época, 1998, yo me divertía mucho. Me sigo divirtiendo hoy, pero en aquel tiempo como era un niño no tenía ambiciones artísticas. Era pura diversión. Tuve que ir a lo emocional porque no recuerdo qué pensaba a los 14, cuando cantaba. Quizá no pensaba en nada. No voy a replicar a aquel chico. Haré mi interpretación de las canciones que hacía entonces. A aquel niño le puse bronce y lo coloqué en alguna plaza adentro de mí. No voy a intentar ser aquel niño de nuevo».

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Volver a hacer canciones folclóricas como Para cantar he nacido o Chacarera de un triste, las dos que hiciste el 25 de enero de 1998 en tu debut en Cosquín, ¿es una manera de saldar discusiones sobre por qué cambiaste del folclore al pop?

Ya no hay lugar a discusión, o nunca lo hubo. Los motivos por los cuales un músico hace lo que hace son imposibles de ser puestos a discusión. A mi nunca me preocupó. Fue un proceso natural, no fingido, y confío en que se pueda advertir en el concierto de esta noche. La música va a poder contar por qué se modificó como se modificó, del folclore al pop. Yo soy el primero en aceptar la música que hago y la que voy a hacer.

¿Sentís que ayudaste a abrir debates acerca de los preconceptos y prejuicios instalados en la música de raíz folclórica argentina?

​Abel toma agua mineral, se limpia la boca con suavidad y contesta: «Nunca pretendí semejante cosa. El proceso es muy personal en cada uno. Lo que sí puedo decir es que el espacio que me han dado personas más grandes, de mi edad, adolescentes y hasta niños, me permitieron convertirme en algo valioso para mí; un músico popular. Siento que todos respetan con mucho cariño los procesos que la música tiene en mí.