De profesión: Cabañero

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Raúl “Rulo” Castillos, de profesión “cabañero”, trabajó muchos años en la estancia de Mathet. Muchos hombres pasaron toda su vida allí forjando su templanza, tanto en “El Chiripá” como en “La Parva”, en esos galpones donde se realizaba la crianza de toros de raza.

Castillos, junto a más de los que recordamos, trabajaron en la Cabaña “El Chiripá”, cabaña que como bien dicen, estaba en “La Parva”, porque los toros se traían a los dos meses desde “El Chiripá”, distante a una legua de “La Parva” y allí se cuidaban hasta los dos años más o menos.

“El Chiripá” de Estancias Mathet de General Alvear fue durante décadas famosa por los toros que presentaba en la Sociedad Rural. Betty Ledesma recuerda que su papá Evaristo siempre trabajó en la Cabaña, era el capataz y estando él como encargado, “El Chiripá” obtuvo premios Gran Campeón en la Sociedad Rural.

El trabajo era duro: sin poncho, sin botas de goma, con pulóver de lana hilada tejido por alguien de la familia, en alpargatas, todos los días invierno o verano, vacaciones o fin de semana, a las cuatro de la mañana, el Personal debía estar en los galpones porque los toros hacían la primera comida del día a esa hora. Castillos recuerda; “… Yo me levantaba a las cuatro de la mañana y racionaba todo…Se les daba el alimento y de ahí lo llevábamos a darles de mamar. Para esto, traíamos las vacas con sus terneros, se los separaba y en la manga se le daba de mamar a los toros. Y después de que mamaran ellos, mamaban los terneros”.

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“Lloviera o tronara, nosotros a las cuatro de la mañana teníamos que estar ahí dándole la ración a los toros. Eran cinco comidas por día: a las 4, a las 8, a las 11, a las cuatro de la tarde y a las 8 de la noche, la última comida”.

A la mañana, el desayuno para la peonada: “…una taza de leche y un cacho de carne…Teníamos un cocinero que si queríamos nos hacía la leche a las 8: un tal Villa, también había uno de apellido García, el Negro Romero y ella Brizuela, los dos muy buenos cocineros… Hacían milanesas con el mondongo de la vaca, bien limpito, con la parte más gorda del mondongo… eran muy buenos cocineros”.

A la tarde se hacía lo mismo, otra vez a darle de mamar a los toros y la ración…

El alimento de los toros era complicado; la mitad de la dieta era cocida en grandes ollas en una cocina a leña que después se reemplazó por una a gas; se mezclaba trigo, avena, maíz molido y leche y se cocinaba y después, se juntaba el alimento cocido con el crudo.

Noche y día se cuidaba a los toros. Muchos recuerdan a Ibáñez que con un farolcito a kerosene recorría toda la noche los boxes para ver si había alguna novedad o dándoles la ración con una carretilla. Los toros tenían comederos de madera y el galpón de alto, unas canaletas por donde caía toda la basura y la bosta de los animales a la planta baja donde se juntaba todo a pala, se subía a un carro y se desparramaba por el campo.

La cama de los toros se hacía todos los días con fardos de pasto nuevo para mantener el pelo limpio y brillante. Afuera de la Cabaña, había como una rotonda armada con palos, de tierra, para enseñar a los toros a caminar, como si fuera en Palermo, y se practicaba unos 800 metros diarios.

“Había dos tinglados además del de piso de alto, allá donde estábamos nosotros trabajando… abajo éramos 13 personas, con los otros llegábamos a 15… con 18 o 19 boxes por tinglado…” recuerda el “Rulo” con nostalgia. “Trabajaba un Orellano, uno de Aranzábal, mi hermano Enrique Castillos… todos hacíamos todo… Había uno de Báez… mucha gente… El apogeo de la cabaña… Ahora no hay nadie en la estancia, hay dos o tres nada más. Levantaron todo, desarmaron todo”.

Siempre a la intemperie porque los galpones estaban abiertos “se trabajaba a full, porque además era casi una competencia para ver quién tenía los mejores toros. Martes y sábados los bañábamos con agua llovida… teníamos un motor eléctrico y llenábamos unos tarros inmensos con agua y jabón, los enjabonábamos bien y después el enjuague con agua llovida… Quedaba el pelo mejor que el de una mujer…Los toros se peinaban para arriba para que el pelo no se pegara al cuero… Y cuando no se andaba con los toros, se limpiaban bien los galpones, se juntaba la bosta a pala y carretilla y se llevaba en un carro, o se hacían otras cosas en la estancia…”

“Tocaban la campana para el almuerzo… ¡Qué sonido tenía esa campana! ¡Qué la tiró…! ¡Qué sonido tenía…! Nos llamaban a comer con la campana que tenía un sonido terrible. Eso sí, hasta que no tocara nosotros no podíamos ir. Era una romería de gente… Ahora no ha quedado nadie…”

Los toros de Mathet eran Shorthorn, se pesaban una vez por mes en una balanza y cuando tenían unos dos años y más o menos 800 kilos, ya estaban listos para La Rural… “Los criábamos de chiquitos y uno se encariñaba. Tenían nombre y eran casi como hijos, se les hablaba y hasta a veces parecía que respondían, como dijo Evaristo Ledesma, “cuando peinaba a Canillita más lindo yo lo veía/ y yo al toro le decía “pórtate como es debido”/ parecía que me había entendido porque hizo un gesto extraño/ salió campeón de 2 años/ ese Torito atrevido”. En la estancia se criaban toros de todas las categorías: Categoría Senior, Dos Años, Dos Años Menor, Junior y Ternero.

Con una mocheta en el morro para poderlos dominar, “se van criando desde chiquito hasta que lo hacemos gente, mansito”

Toda la estancia se ponía en movimiento para llevar a los toros a la “Gran Exposición” de Buenos Aires. Sin pereza ese día se levantaba toda la muchachada e iban acomodando los toros que iban a viajar en los camiones del “Cholo” y el “Negro” Trezza.

Don Evaristo Ledesma cuenta que, en 1948, salieron a las siete de la mañana del campo con “Vicente” y el “gaucho” Horacio. Era toda una novedad como él bien canta en sus décimas, “mirando el paisaje con caballos y novillaje, con potreros surtidos y después entrando a la Capital con esos coches correr al llegar a la Rural”.

Una vez en la Capital, Evaristo Ledesma cuenta las precauciones que debían tomar para desembarcar a los toros para que no resbalaran, siempre ayudados por los “changarines” de ahí, llevarlos a las “camas” y darles la ración que estaba a cargo de “Pirincho” Caram. Permanecían hasta una semana en la Rural, haciendo relevos para cuidar a los toros y mantenerlos siempre limpios.

Cuando llega el momento de pasar los toros, la expectativa es grande. “Llevábamos 8 o 9 toros, como en un campeonato de fútbol competíamos contra todas la otras Cabañas… Palermo es una cosa muy linda… siempre me estoy acordando de Palermo… Estábamos mucho tiempo esperando haciendo cola mientras hablaba el Presidente y las Autoridades. Mientras tanto nosotros los peinábamos hasta que llegaba el momento” cuenta el “Rulo” Castillos que siempre anda recordando esos tiempos en la Rural y la importancia de estar bien trajeado y saber manejar al toro porque “todo vale para salir Campeón”.

En el año 1948, El Chiripá ya tenía varios premios pero el viernes 13, con los palcos colmados era muy grande la emoción y la expectativa porque había muchas posibilidades de salir Gran Campeón y así fue: el atrevido “Canillita” resultó ser GRAN CAMPEÖN.

En sus décimas, el mismo Ledesma presenta al Personal de la Cabaña que participaron en la hazaña de lograr un Gran Campeón: el capataz Caione, José Moreno, Man, Damián Ledesma, el racionero Segundo Giménez, Abdon Romero, el sereno Silva, a “Daniel”.

Y más… tantos otros que pasaron por la Cabaña… Betty Ledesma recuerda a algunos que ya no están como “José Ibáñez, que preparaba la comida de los Toros; Carlitos Córdoba que también lo conocían por apellido Negrette; Carlitos Martínez; José Moreno; Carlos Juárez (tío de Betty); Damián Ledesma (hermano de papá), “Goyo” Toledo, Raúl Castillos, el Vasco Aranzábal; Enrique Haedo; Damián Loza (2) Enrique Giobbi; José Garabento; Pedro Minaberrigaray; Jorge y Francisco Inocencia, Héctor Moleiro (Chirola) que era camionero, Carlos María Caram (Negro), Carlitos Balquinta…”.

Como no terminar con los versos de Evaristo Ledesma que expresa no solamente la satisfacción del trabajo bien hecho sino también la templanza, la hombría de bien y el amor por la Patria. Valen estas líneas como homenaje a todos ellos, criollos alvearenses, orgullo de estas tierras:

“Cabaña “El Chiripá”/ Pueblo de General Alvear/ Se han sabido destacar/ Entre todas las demás/ Yo no olvidaré jamás/ De lo que aquello fue/ A la familia Mathet/ Un aplauso general/ Lo mismo que al Personal/ Que ha puesto toda su fe”. Evaristo Ledesma. Septiembre 10 de 1948.

 

Nota: Agradezco profundamente a Betty Ledesma y a Raúl «Rulo» Castillos por compartir las anécdotas y recuerdos.

En la foto 1: Evaristo Ledesma en La Rural.

Foto 2: La Cabaña «de alto» de La Parva de Estancias Mathet.

Foto3: En la Rural, Evaristo Ledesma con su Sra. Leonilda Juárez. A la izquierda con el mate en la mano, Raúl Castillo.

La Cabaña de Mathet funcionó hasta 1980, las últimas Exposiciones en la que participó con siete toros fueron en Bahía Blanca y Lamadrid.