¿Para qué? La autoridad y el ejemplo de San Martin.

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¿Para qué estudiar, para qué esforzarme y hacer mejor los deberes? ¿Para qué levantarme temprano o transpirar sin nada sirve? ¿Para qué ayudar en los quehaceres de la casa o cumplir visitando a mis abuelos? ¿Para qué hacer bien mi trabajo? La televisión apura… Se vive ahora… Se compra ahora… Y sin proyectos de vida los horizontes se pierden y nada cobra sentido. El 17 de agosto,  fue un nuevo aniversario de la Muerte del Gral. San Martín. Muchas reflexiones he leído y observado olvidos. Y estuve leyendo una nota sobre los Granaderos de San Martín.

Cuando uno viaja a Buenos Aires y pasa por la Catedral ve personas inmóviles custodiando los restos del Padre de la Patria. Por un lado se siente admiración al ver esos muchachos quietos, esbeltos y gallardos. Por el otro lado, se los compadece por tantas horas de custodia negando hasta las necesidades básicas… Y al fondo, sólo una tumba… ¿Para qué custodiar esa tumba?

Los Granaderos llegaron a Bs As en 1826 después de diez años de campaña, enfermos y cansados,  pero nadie los vitoreó. Fueron ignorados por la Sociedad del momento: habían perdido. Cuando repatriaron los restos de San Martín en 1880, los sobrevivientes de este grupo de Granaderos fueron a recibirlo. Así que, los últimos héroes que quedaban en pie, con un Honor a prueba de todos, por su propia cuenta y determinación, vestidos con los antiguos uniformes, marcharon a caballo a recibir a su jefe y lo escoltaron hasta la Catedral montando guardia durante toda la noche. Al amanecer se despidieron y la historia los escondió en sus páginas.

A partir de 1903, por decisión del Gobierno de Roca, se crea el Regimiento de Granaderos a Caballo y en 1907, el presidente Figueroa Alcorta designa la Escolta Presidencial. Desde entonces, cada mañana siete granaderos marchan desde Plaza de Gobierno a la Catedral montando guardia a la entrada del Mausoleo.

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Viendo esos impasibles rostros la pregunta es inevitable: ¿Por qué? No están armados con ametralladoras ni pistolas… ¿Qué custodian?

Veo a las fuerzas de seguridad (policías, gendarmes, policía comunal) en las diferentes paradas horas y horas, con frío o calor,  y relaciono intentando interpretar señales que parecen contradictorias.

Quiero pensar en las motivaciones del Gral. San Martín y  de su regimiento al dar la vida por la paz de todos los que vivimos y caminamos estas calles. Pensar en sentimientos  de ayuda al prójimo, de mirada atenta, de vida tranquila y en libertad reflejados en estos soldados actuales de mi Patria.

Es difícil comprender los sentimientos que se agolpan en la mente de la personas. ¿Cuántas cosas pueden pasar por la cabeza de esas escoltas,  que imperturbables permanecen en sus puestos?  Seguro que no deben pensar en los ideales de San Martín, pero sí en el bienestar y la seguridad de los que están bajo su responsabilidad. Ven a abuelas, a esos niños con sus gritos, a adolescentes muchas veces irreverentes, a una Patria casi desquiciada que necesita de ejemplos y modelos, y son la imagen de esa esperanza, ponen el cuerpo a las balas a lo que parece cruel y hasta inútil porque sus decisiones y acciones no dependen de ellos, sino de intereses casi siempre políticos.

Pienso seguido que las fuerzas de seguridad y justicia no actúan correctamente: falta de objetividad, idoneidad y de aprovechamiento del personal que las componen. La presencia no alcanza si no hay vocación de servicio y ejemplos que permitan que los soldados realicen las tareas que le son propias, aun cuando el Jefe se ausente o fallezca como sucedió con los soldados de San Martín…Sentido común, honradez y educación: dotes que sobran en la humanidad del prócer pero no en muchos que ostentan cargos.

Si los jóvenes soldados de hoy vieran en sus jefes la grandeza de San Martín, sin duda actuarían por convicción y con principios, serían el reflejo de lo que observan cada día en sus superiores y trasmitirían esa fuerza a todos los que los cruzan diariamente, su labor sería reconocida, respetada. Ellos serían el reflejo de la autoridad y el referente del orden y la tranquilidad pública.

No seamos indiferentes como pasó en 1880 con el regreso del Regimiento de Granaderos. Hagamos ruido, para que las autoridades perciban la grandeza de San Martín, tengan presente su desprendimiento y su hombría de bien, su inalterabilidad ante la corrupción por pequeña que parezca.

Bien podría él haber cedido a propuestas indecentes o corruptas, y no lo hizo. Lo importante era su Patria, que somos todos nosotros. Ése fue su para qué. Así cobra valor la Custodia de los Granaderos.

Nuestro pueblo, nuestra provincia debería tener claro de dónde venimos, apoyarse en los grandes ejemplos,  determinar qué hacemos y para qué lo hacemos. Así, tal como lo hizo el Gral. San Martín,  no perderemos el sentido de la vida y tendremos a la vista el progreso.

(Nota sobre texto «Los Siete Ángeles de la Catedral Metropolitana» de Luis Simonetti).