Cristian Lanatta y Víctor Schillaci habrían sido capturados dos veces

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El sábado pasado cerca del mediodía, Patricia Bullrich recibió en el edificio del ministerio de Seguridad, en la calle Gelly y Obes del barrio Recoleta, a sus colegas de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo. A la ministra la secundaba el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco.
La noticia ameritaba el encuentro. Pullaro afirmó que la policía de su provincia le informó que estaban detenidos los tres prófugos. Lo dijo con tanta seguridad, que Bullrich le comentó la novedad a Mauricio Macri y Ritondo a María Eugenia Vidal.

Se alistaron dos helicópteros y los funcionarios, a los que se les sumó la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, partieron a Santa Fe.

En pleno vuelo, el ministro santafesino recibió una comunicación donde le hablan de un solo detenido, Martín Lanatta. No le aseguraron que Cristian Lanatta y Victor Schillaci estuvieran entre los capturados.

Cuando les relató la conversación, Bullrich intentó comunicarse infructuosamente con el presidente Macri que ya había publicado en su cuenta de Twitter la novedad.

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El resto de la historia es conocido. Los funcionarios se excusaron en Santa Fe y lo que pudo ser una gran noticia, la detención de Martín Lanatta, dejó lugar al papelón. Se vivió el día como un fracaso.

A partir de ese momento comenzó una investigación que se centró en el comportamiento de un grupo de policías santafesinos. Una infidencia es la que les arruinó el plan a los uniformados. Un oficial había comunicado a un superior la detención de todos los prófugos. Pero no sabía quecuatro agentes negociaban con los dos detenidos el pago de una importante suma a cambio de su liberación.

Martín Lanatta, golpeado y agotado
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Según la investigación, escondieron a Cristian Lanatta y Schillaci a la espera del dinero acordado.

El escándalo por el «blooper» del anuncio fue tan grande, que no pudieron sostener el cautiverio ilegal y armaron un escenario de recaptura de los prófugos.

A la gente de Seguridad no solo les llamó la atención que estuvieran tan cerca de donde se había capturado a Martín Lanatta, sino el estado de los prófugos que contrastaba con el compañero atrapado que padecía un cuadro de deshidratación.

A los recién capturados se los veía bien alimentados y descansados. No parecían fugitivos agotados, sedientos y hambrientos. No dudaron. La investigación se orientó a la policía provincial. Parecen estar cerca de los culpables del chantaje.

La historia explica el rostro desilusionado de Macri al anunciar el martes la captura de los fugitivos. El centro de su discurso fue la corrupción de las fuerzas de seguridad.

Después del traspié se tomó la decisión que el aparato de Inteligencia del Ejército pase a las fuerzas de Seguridad y que se comience a formar la unidad que va a perseguir a los mil prófugos del Servicio Penitenciario Federal y de los distintos servicios provinciales, en particular la provincia de Buenos Aires.

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