Opinión de Oscar Lobos «Soy un desubicado»

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Opinión

Tengo que reconocer que soy un “inadaptado” (social y temporal), ya que no me puedo adaptar a la sociedad y la época en que me toca vivir.

Siento que me quedé en una época en la que los jóvenes se acercaban a una actividad deportiva sólo por interés y pasión por esa actividad, hoy me cuesta aceptar que lo hagan simplemente para no estar en sus casas o para formar una barrita con la que juntarse en otros espacios, distrayendo la participación de los pocos que se interesan verdaderamente, y otros de la misma edad descuidan su cuerpo y pierden valores con actitudes viciosas que la sociedad asume como normales, desalentando el esfuerzo y la dedicación.

Me quedé en la época en que los padres acompañaban a sus hijos en esas actividades, y me cuesta entender que hoy haya padres a los que no conozco después de 2 años, y otros que asistiendo a todas las clases no tengan el respeto de saludar al docente que pretenden que forme a sus hijos.

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Me quedé en los tiempos en que adultos, jóvenes y niños se juntaban para darle vida a las instituciones aportando tiempo y esfuerzo. Hoy me encuentro con quienes se desentienden como si las instituciones pudieran funcionar por sí solas, y quienes pretenden que funcionen como empresas que tienen que generar ganancias.

¿Cómo no añorar los tiempos en que se podía practicar deporte sin tener que pagar a un entrenador?, ¿o las carreras muy bien organizadas en las que había unos pocos premios artesanales sin pagar inscripción?, épocas en que las instituciones funcionaban como tales, y las empresas y los particulares hacían donaciones porque lo sentían y no para descargar impuestos. Hoy las carreras son organizadas por empresarios cuya prioridad es ganar dinero brindando sólo “merchandising”.

 Hoy me encuentro con que las empresas privadas les piden a los gobiernos (nacional, provincial o municipal), ayuda económica, y otras que “simulan” hacer beneficencia a través de supuestas donaciones a entidades o eventos para descargar impuestos. Mientras tanto, esos gobiernos no encuentran recursos para construir o mejorar las instalaciones y sostener actividades propias para el desarrollo de las actividades físicas y los deportes.

Sigo soñando con volver a los tiempos en que los deportistas competían “por amor a la camiseta” de su club, su agrupación, su barrio o su pueblo, preparándose de la mejor manera para no defraudar, y no me puedo convencer de que lo normal es ponerse la camiseta de una empresa que además de cobrársela con el costo de la inscripción, hace publicidad a través de ese evento sin siquiera garantizar el corte de calles.

Sin embargo, acorde a mi desubicación, sigo poniendo empeño en preparar a aquellos que entienden que el entrenamiento es un proceso para lograr el mejor rendimiento a largo plazo y no una forma de contrarrestar los efectos de los excesos de la semana, que los premios se deben ganar de acuerdo a los logros que se construyen día a día, o que las fotos pretenden perpetuar momentos significativos, y no sólo ganar “me gusta” en las redes.

En el otro extremo, me encuentro con un sistema competitivo cada vez más elitista (elitismo económico y no deportivo), donde para acceder a un nivel adecuado hay que invertir tiempo y dinero (que la mayoría de nuestra población no tiene), y que para acceder a competencias de nivel medio, se gasta mucho en traslados, alojamiento, inscripciones, y donde hasta los entrenadores y jueces debemos abonar una afiliación, o sea que hay que pagar para poder trabajar.

Entiendo que estoy viejo, y que, si bien siempre entendí y defendí las identidades de género, hoy se quiere aplicar en el deporte una concepción que todavía no se pudo consensuar totalmente en la sociedad. Así, hoy se promueve que cada persona compita según la orientación con que se autoperciba, pero ya ha habido muestras de inaplicabilidad en lo deportivo, sobre todo en deportes de contacto personal.

Trasladado a otros ámbitos, ¿cualquiera podría sentirse por ejemplo médico o ingeniero nuclear?. Y también se me ocurre pensar …¿qué opinarían los padres y madres que se encuentren ante una persona reconociblemente masculina que manifieste autopercibirse entrenadora y solicite compartir baños y dormitorios con sus hijas?

Quizás por todo eso, porque no logro adaptarme a este momento social, es que no puedo aceptar que alguien que se autopercibe profesor, entrenador o personaltrainer sin tener un título oficialmente reconocido, pueda ser contratado por algún organismo oficial, sobre todo, si se le designan a cargo “menores de edad”.

Me cuesta aceptar que en este momento histórico social, a veces las prioridades económicas lleven a algunos a participar en competencias clandestinas, vendiendo su cuerpo. Y mucho menos consigo entender a quienes teniendo un torito que creen que pueda llegar a ser Gran Campeón en la Rural, para sacarle pronto provecho, se lo vendan al carnicero.

Disculpen si los distraigo con esta exposición, pero quiero que queden en claro los motivos por los que hoy decido no continuar con la Escuela Municipal de atletismo después de 18 años, y apartarme de la competencia federada después de más de 30.

“Cuando todo tira para abajo es mejor no estar atado a nada” …dice Charlie García.

Por supuesto que me cuesta abandonar este deporte en el que transcurrí la mayor parte de mi vida, a través del que creo haber orientado a muchos jóvenes hacia hábitos saludables porque considero que el deporte es una Escuela de Vida. Por supuesto que no puedo abandonar este mundo de repente, así que desde hoy, sólo me dedicaré a “orientar” a quienes quieran entrenar de verdad, y entiendan que hay un proceso a largo plazo, pero elegiré yo a los destinatarios de esa orientación, para construir juntos los planes de entrenamiento.

Quédense tranquilos, no hago cargo a nadie de esta decisión, simplemente, como escribí al principio, reconozco que soy un desubicado. Reconozco que no sé agradecer que esos padres me delegan a sus hijos, o que se me permita tratar de entrenar atletas en lo que debería ser una Pista de Atletismo pero se promociona como Circuito de Salud (espacio público que algunos particulares usufructúan con actividades pagas), o que no sepa esperar otros 18 años para que se mejoren las instalaciones, o que no sepa aprovechar la posibilidad de andar buscando y regateando precios para, cada tanto comprar algún material, o valorar la imperdible oportunidad de invertir mi tiempo y dinero en intentar que unos pocos chicos lleguen a desarrollarse como atletas.

No sé por qué, mientras escribía estas líneas recordé una historia que escuché alguna vez y que quiero compartir acá. La persona que lo contó lo atribuyó a Miguel de Unamuno, pero nunca pude verificar la autoría:

Cuentan que hace tiempo, todos los domingos en las escalinatas de la iglesia de un pueblo, se sentaban los mendigos para recibir limosnas, mucha gente humilde hacía un esfuerzo para dejarles alguna moneda, mientras la gente de la alta sociedad, para evitar ser asediados por varios de ellos, tenían cada uno a “su mendigo protegido” y hacían su ofrenda con gran opulencia.

Un día, uno de estos señores llegaba a la iglesia discutiendo con otros sobre algún tema de mucha importancia para ellos, y enredado en la discusión pasó al lado de “su mendigo” sin dejar ninguna limosna. El mendigo se levantó inmediatamente, apuró el paso, se le plantó delante y le dijo:

– Discúlpeme señor, pero a partir de hoy, …¡búsquese otro mendigo!

Profesor Oscar Marcelo Lobos