
Con conocidos y amigos cotidianamente intercambiamos ideas sobre el porqué del triunfo del Presidente Milei. En estas charlas, que en oportunidades se tornan discusiones defendiendo posturas ideológicas, llegamos a la conclusión que “no es que Milei ganó” sino “que los partidos tradicionales perdieron” por no saber leer el hartazgo de la gente con el desenvolvimiento de la dirigencia política de nuestro país de toda esta etapa democrática. En donde uno esperaría que las precariedades en Salud, Educación, Vivienda, Saneamiento y otras adversidades, tras más de CUARENTA AÑOS debieran haber sido abordadas.
Acompañando esta teoría, obsérvese que en las elecciones en la Ciudad Autónoma, con algo más de tres millones de habitantes, solo votó el 50% de su población; de esto casi no se habla. El interés por la preservación de la democracia, el sistema de gobierno que resulta ser más benévolo para una comunidad, no pareciera interesar. Y cuando esto ocurre, las autocracias de izquierda o de derecha, irrumpen en la vida de un país con resultados catastróficos. Ya hemos tenido ejemplos en nuestro país, en donde los legisladores convertían las cámaras en escribanías para dar fe que lo que el ejecutivo sostenía era la verdad absoluta. A esta dirigencia se refería el actual presidente cuando centro su campaña contra la “casta”; aunque como pasa después de las campañas de los años impares, todo se olvida, se negocia o se acuerda, con aquellos que fueron criticados o degradados con epítetos y frases que algunos, quizás los más jóvenes, interpretan que ello esta bien.
Milei, expresa claramente que es su intención la “destrucción del estado” en pos de imponer las ideas libertarias. Esto representa una paradoja, es decir es un hecho contrario a la lógica.
La libertad Económica y Filosófica puede ejercerse si existe algún limite que puede ser superado y esos límites, de última, los definen la existencia de los estados.
Por lo cual, sin el Estado que define territorios de convivencias geográficas y sociales, no puede ejercerse la Libertad.
Si puedo ser libre para ver una película u otra en un cine, esto tiene límites, uno de ellos es que tengo que tener el dinero para poder ir al cine. Puedo decidir vivir sin contacto con la gente en medio de la naturaleza, es mi derecho, soy libre de elegir, pero la naturaleza tiene dueño, los estados nacionales, provinciales o municipales, o los demás habitantes del planeta. Con lo cual allí también tengo límites porque invado espacios ajenos.
Es decir la Libertad se ejerce teniendo en cuenta al otro, sino ¿de qué me libero?. El Filósofo Mario Bunge, sostiene que “la libertad no basta, porque no abriga ni alimenta, no sana ni educa, no protege ni alienta. Hay que ser moralmente ciego para no verlo, y para no comprender que la puja por la supremacía de la libertad se vende bien porque apela al egoísmo en gran escala, o sea, la negativa a cumplir deberes cívicos como pagar impuestos y respetar las normas del Estado de derecho cuando son justas.” Y dice cerrando su postura “no olvidéis que la libertad sin igualdad ni solidaridad es ilusoria”.
Dario Sztajnszrajber, otro filósofo argentino, sostiene que la libertad “no es punto de llegada”, es decir, alcanzar un estadio en donde somos absolutamente libres, sino que es una tarea permanente en donde nos vamos liberando de cosas, y cuando llegamos a esa superación nos damos cuentas que hay otros nuevos límites, que deben ser superados para alcanzar un nuevo estadio de libertad.
En este marco, un presidente que dice ser libertario y por ende respetuoso de las libertades ajenas, destrata a los que no piensan como él; y si no fíjense el trato que otorga a la vicepresidenta de la república, o al intendente de la Ciudad de Buenos Aires, elegido democráticamente al igual que él. La degradación del lenguaje donde se agrede, se descalifica, se difama o se destrata al otro, pareciera la normalidad en el vínculo de una sociedad polarizada. Esta normalidad aceptada, en mi opinión por las más jóvenes, está fundamentada en la desatención que los sucesivos gobiernos han hecho de la educación y la cultura en general, quizás adrede, por omisión o inacción. Todo vale lo mismo… la violencia es natural, la irrespetuosidad para con el otro también es natural. La vida humana ha pasado a valer unos míseros centavos.
Como sostenía el Arzobispo de Buenos Aires Jorge Garcia Cuerva, “se han superado todos los límites”.
Seguramente, que en las próximas elecciones nacionales, provinciales y municipales habrá muchos que se alinearan con los postulados del Presidente Milei, sería bueno que se expresen públicamente si adhieren o no al idea de la destrucción del estado. Claro está, que me refiero a la defensa del estado en términos generales, oponiéndome al “estatismo” que se originó con la llegada de un partido populista que cree que el estado y el gobierno son la misma cosa, y sembró por doquier el clientelismo político; metodología copiada por distintos motivos, por otros partidos políticos.