Escribir por escribir

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Mantener la mente activa y un buen estado de ánimo resultan ser una dieta saludable para esta cuarentena. Escuchamos recomendaciones como; hacer deporte en casa y aprovechar para ordenar o limpiar, leer, hacer manualidades, pintar, cantar y bailar zumba.

Le sumo a la lista escribir, escribir a mano.

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Algo muy distinto a tomar apuntes para la facu, la escuela o el laburo, hacer la lista del supermercado o escribir las ofertas en el pizarrón de un comercio. 

La sensación del papel y lápiz pareciera ser un recuerdo perdido en la nostalgia de la escuela primaria. Mientras tanto seguimos a dos manos en el celu o en la compu,  un hábito que a veces se traduce en dependencia, en automatización con textos predeterminados y estandarización de emociones.

Sin  buscar una confrontación, ¿no les parece que la “escritura digital”, con todo lo piola que está, disminuye el pensamiento abstracto? ¿O que de alguna manera limita la sensibilidad y la originalidad de la expresión?

La disyuntiva entre lo maravilloso de la escritura digital y la escritura a mano como hábito en extinción posiblemente no tenga sentido. Lo cierto es que la neurociencia afirma que: “la escritura a mano mejora la lectura, es fundamental para la memoria y el desarrollo del pensamiento abstracto”

Ahora bien, ¿qué de atractivo puede tener “escribir por escribir”? ¿Cuánto de novedoso puede tener algo milenario?

Simplemente está la oportunidad de reencontrarse con aquella inolvidable experiencia.

Tomar con timidez la lapicera y el papel sin tener en claro bien el para qué. Asumir, en muchos casos esa letra de mierda, cuasi inentendible, pero desde el minuto cero ser dueños, líderes de la sensibilidad creadora de lo que se está por producir.

De principio a fin siendo libres, libres de decidir cómo quiero decir algo, entrenando la memoria y viajando a algún recuerdo, ejercitando con una gran idea la capacidad de síntesis  o centralizando la atención en el presente, en ese instante.  

Es esta práctica un ejercicio, una conexión profunda de originalidad de algo verdaderamente propio .Un poder que no deberíamos resignar, una intimidad de sentir que las palabras salen de nuestro cuerpo, de nuestras experiencias.

Una dinámica básica, barata y que por ahora es irremplazable te permite encontrarte con un mundo de tachones, MAYÚSCULAS, faltas de ortografía, llaves y anotaciones al margen. Subrayar,  poner asteriscos, caritas  y por su puesto el placer de “meterle fluor a lo que se te cante.”

Por ultimo no nos olvidemos de las flechas, esas que salen para todos lados, que marcan el movimiento y que quizá no unen nada, esas que crean el arte de alejarse de lo apáticos y buscando el sentido de un mensaje empático.

Releer lo hecho y disfrutar esa grata sensación de marcar un ritmo propio, dejando brotar cada palabra y uniendo cada frase para ir descubriendo lo que cuentan.

Termina siendo un proceso creativo antiecológico y terapéutico, nostálgico y reconfortante, con límites de papel pero sin fronteras de imaginación. Una producción prisionera en la literatura y plenamente libre en la expresión. 

Por: Juani Dominguez