Vuelta al centro por Juan Ignacio Dominguez

- Publicidad -

Luego de 155 años, la obra de puesta en valor y refuncionalización de la plaza principal de Saladillo constituye un punto de inflexión para mejorar la convivencialidad y el uso del espacio público.

Las críticas sobre los trabajos se hicieron escuchar durante toda su ejecución. Observaciones de los comerciantes, dudas de los conductores y, por supuesto, las advertencias apocalípticas kirchneristas.

En reuniones con amigos, el tema “Centro” se debatía en torno a cuáles eran los criterios o prioridades para la inversión en obra pública. Los principales disensos, en estas previas, se generaban en torno a la localización de los fondos Nacionales y Provinciales para Saladillo, marcando claras tensiones entre el centro y la periferia de la ciudad. Pero esa controversia quedó relativamente saldada cuando es evidente que la mayoría de las partidas fueron destinadas a obras en la periferia local, confirmando las prioridades políticas. En fin, lo cierto es que la obra está y ya es disfrutada por toda la comunidad, sin distinción de proximidad a la misma.

 

- Publicidad -

En esta línea, propongo ir un poquito más lejos, la idea es reflexionar sobre la riqueza que simboliza el nuevo centro. La “película” de nuestra ciudad nos llevó a la estaca fundacional de Mariano Acosta y nos propone transitar ese nuevo capítulo. Hay algo más que una “foto linda”, la plaza 25 de Mayo carga una fuerte capacidad de producción simbólica.

 

La urbanización es una de las tendencias más transformadoras de estos tiempos, pasó el turno de los imperios, luego de los Estados y el siglo XXI es sin duda el momento de las Ciudades. La terminología cultura ciudadana, derecho a la ciudad, ciudad Inteligente nos empujan a pensar y repensar un Saladillo de 50 mil habitantes. Entonces; ¿Qué rol juega el nuevo centro para nuestra ciudad? ¿Que nos propone este espacio público de alta calidad?

 

El derecho a la ciudad entendido como paradigma urbano plantea en primer lugar una dimensión democrática. La plaza principal para los Saladillenses es el escenario democrático por excelencia y por ende, un lugar de conflicto, de interacción en la diversidad ciudadana. La puesta en valor e intervención pública definitivamente mejorar la convivencialidad, eliminando barreras arquitectónicas, para un acceso inclusivo, reduciendo la velocidad vehicular y ampliando el espacio al peatón para disminuir el riesgo de accidentes, ordenar el tránsito y fomentar la movilidad sustentable.

 

En segundo lugar el “centro” protagoniza la representatividad de la ciudad. Promueve un recorrido a la memoria, desde los nombres de las calles que lo rodean hasta los bustos emplazados, pasando por el diseño clásico de una centralidad cultural con emblemas estatales como la Municipalidad, la Escuela Nº1 y el Banco Nación; el religioso con la iglesia; y el económico y social con el Teatro Comedia, Teatro Español, el Club Social y los comercios.

 

El plan de renovación del centro histórico no sólo potenció el simbolismo de la plaza. La remodelación enriqueció de forma sustantiva la identidad visual de nuestra ciudad.

Si hablamos de “identidad”, Tony Puig en su libro “Ciudades que se reinventan”, plantea la convivencia entre la preservación y la actualización de los espacios públicos, abandonando el concepto estático de identidad y mostrándose permeable a los cambios sociales. Esta visión nos propone una indagación profunda sobre los estereotipos y expectativas que la comunidad tiene o percibe sobre la intervención estatal en el espacio público. En este caso, la “calidad” definitivamente se convierte en un atributo indispensable en la identidad que se pretende construir.

En términos políticos, la obra en sí, no solo significa un logro para la gestión actual, sino una nueva exigencia para la inversión pública en todo el territorio. Reflexionar sobre esto despierta un debate y deja al descubierto la necesidad de trabajar por una “marca ciudad” para Saladillo, algo mucho más complejo que un logo o un slogan de gestión.

 

Por último la dimensión democrática también nos presenta un estímulo a la libertad de expresión. Un espacio para manifestarnos en todo sentido, en el reclamo, o en el festejo, es el lugar donde se ejerce la plenitud del derecho en el encuentro con el otro. Mi abuela Elvira me alentaba a ir a hacer “la vuelta al perro”, y al que ya con mis amigos le decíamos “la vuelta al centro”. En ambos casos significaba lo mismo, el paseo por la plaza. Con mate, música en auto, en bici o de a pie, en un banco, en el pasto, en el mástil, en los cañones o en los juegos inclusivos, es indistinto, el encuentro social y el esparcimiento materializan la latencia de nuestra ciudad.

 

Otro aspecto a destacar es el paisaje, su apreciación y protección. El “nuevo centro” es un espacio vital tanto para los saladillenses como para los visitantes, trascendiendo lo puramente natural y no reconociéndolo como patrimonio exclusivo de los agentes intervinientes en forma individual, si no como una creación y un bien social.

Como lo indica la Red Argentina del Paisaje (RAP), el cambio de paisaje es a su vez un productor social, una proyección cultural de la sociedad que propone un enfoque multidimensional al incluir lo material, lo espiritual, lo ideológico y lo simbólico.

Los valores que se identifican en el paisaje corresponden en primer lugar a un valor estético, a partir de la capacidad de transmitir belleza y cuya apreciación surge según la dimensión cultural. En segundo lugar aporta un valor intrínseco en función de la diversidad, la forma, las proporciones, la escala, la textura, los colores y la unidad de los elementos que lo conforman. Macetas y bancos de colores, juegos inclusivos, veredas limpias, estacionamiento ordenado, luminosidad, las plantas, las pérgolas, el follaje, el aroma a tilo, etcétera. Otorgando características específicas que los hacen auténtico y saldillesco.

El tercer valor a destacar del cambio del paisaje es el productivo, proporcionando beneficios económicos al convertir y potenciar sus elementos en recursos. Esto es “atractividad” y por ende, esta iniciativa constituye un aporte significativo a las políticas de desarrollo local.

 

Por último, y a mi entender la síntesis de esta columna de opinión, hacer ciudad es generar identidad, producir sentido. Resignificar los espacios públicos es también darle un nuevo uso, es influir en los hábitos, las costumbres y las conductas que hacen a la convivencia.

En tiempos donde el caos y el disturbio público son utilizados como método político y donde el  atropello, el patoterismo y el abuso de lo público se siguen promoviendo, defender el respeto y el cuidado de la cosa pública es definitivamente un acto revolucionario.

Ojala mañana, cuando cada uno vaya partiendo para su lugar de trabajo, la escuela o a hacer un mandado ya no piense que sólo está saliendo de su casa, sino que también está entrando en el Espacio Público.

 

Texto: Juani Dominguez

Fotos:  Romina Garcia