
¿el motor de tus éxitos o el freno de tu bienestar?
Hoy traigo un tema, que creo nos atraviesa a todos: La autoexigencia es esa voz interna que nos impulsa a dar lo mejor de nosotros, a mejorar, a ir por más, a alcanzar metas que parecían inalcanzables. Pero, ¿Qué pasa cuando esa misma voz se vuelve un juez implacable, susurrándonos que nunca es suficiente, que siempre podríamos haber hecho más? Es en ese delicado equilibrio donde la autoexigencia, de heroína impulsora, puede transformarse en una villana silenciosa, minando nuestra paz y nuestra autoestima. Reflexionemos juntos sobre cómo reconocer sus límites, y lo más importante, cómo aprender a gestionarla para que sea una aliada y no una carga.
En términos simples, es una forma de motivarnos desde dentro. En sí misma no es mala, al contrario: cuando está bien encauzada, puede ayudarnos a ser constantes, responsables y enfocados.
Hay varios tipos de autoexigencia, aunque no siempre se distinguen con claridad. Por un lado, está la autoexigencia adaptativa, que funciona como un motor: te anima, pero no te castiga. Y por otro lado, está la desadaptativa, aquella que no tolera errores ni descansos y suele estar acompañada de una autocrítica muy dura.
La diferencia entre una y otra no es solo de intensidad, sino de cómo nos afecta emocionalmente. Es como si la autoexigencia fuese una moneda de dos caras. Por un lado, nos empuja a mejorar; por el otro, puede convertirse en una jaula que nos paraliza. Si sentís que nunca es suficiente, que te castigas por cada error o que el miedo a no ser «perfecto» te impide avanzar, es probable que la autoexigencia te esté jugando una mala pasada.
Desde el coaching ontológico, entendemos la autoexigencia como una conversación interna que
hemos aprendido. No es ni buena ni mala. Es una interpretación que hacemos de nosotros
mismos y nuestro accionar, analizando bajo ciertos “Juicios” (muchas veces inconscientes)
sobre lo que deberíamos ser o lograr. Esa voz que te dice «no sos lo suficientemente bueno» o
«tenés que hacer más», te limita al volverte más duro/a con vos mismo/a, al no permitirte
reconocer tus logros. Pero la buena noticia es que, así como la aprendimos, ¡podemos
desaprenderla y elegir una conversación más constructiva, una voz interna que nos acompañe!
Aunque puede pasar desapercibida durante mucho tiempo, hay señales claras que muestran que algo no va bien con la forma en la que nos exigimos. Cuando la autoexigencia se descontrola puede llevarte a :
- Pensamientos recurrentes del tipo “nunca es suficiente”. Por más que termines todo lo que tenías pendiente, sientes que podrías haber hecho más o mejor.
- Culpabilidad al descansar. Si te cuesta desconectar o descansar sin sentir que estás “perdiendo el tiempo”, algo no está equilibrado.
- Autocrítica constante. Te hablas con dureza ante cualquier fallo, incluso en situaciones que objetivamente no son graves.
- Dificultad para disfrutar del presente. Siempre estás pensando en lo siguiente que hay que hacer o en lo que podrías haber hecho mejor.
. Agotamiento. Cansancio persistente, ansiedad, insomnio o sensación de estar siempre con la cabeza en mil cosas. La presión constante es extenuante.
- Procrastinación. Aunque suene contradictorio, algunas personas con alta autoexigencia posponen tareas por miedo a no hacerlas “perfectas”.
- Evitar riesgos. Si el margen de error es cero, no te animás a salir de tu zona de confort
Y, ojo, no se trata solo de la cantidad de cosas que haces, sino de la forma en que las vives. A veces, hacer menos pero con más calma y menos presión ya es una mejora enorme.
“ La autoexigencia bien gestionada puede ayudarte a crecer, a superarte, a sostenerte en momentos difíciles. Pero, cuando se transforma en una lista interminable de “deberías”, comienza a jugar en contra. Te desconecta del disfrute, del descanso y de tu propio valor como persona.”
Ahora bien, no se trata de dejar de aspirar, sino de hacerlo de una forma más sana. Aquí te dejo
5 herramientas para empezar a rediseñar y/o cambiar esa conversación interna:
1. Escucha a tu «observador» interno
¿Qué es? Identificá esa voz que te exige y te critica. Es tu «observador» particular.
En la práctica: Cuando te sientas exigido/a, frená un segundo y preguntate: «¿Qué me estoy diciendo en este momento? ¿Qué exigencia me estoy poniendo?» Simplemente registralo, sin juzgarlo. Ej: «Me estoy diciendo que si no sale perfecto, soy un fracaso».
2. Separá tu «ser» de tu «hacer» (esta herramienta la utilizo mucho personalmente cuando me veo tomada por el hacer)
¿Qué es? Tu valor como persona no depende de tus resultados o errores, o de la cantidad de cosas que llegues a hacer.
En la práctica: Recordate: «Mis errores no me definen. Puedo equivocarme y seguir siendo una persona valiosa». Como tampoco me define la capacidad de hacer muchas cosas (multitasking) Tu identidad no es lo mismo que tus acciones.
3. Redefiní tu «éxito» y «fracaso»
¿Qué es? La autoexigencia suele tener definiciones muy rígidas de éxito (todo perfecto) y fracaso (cualquier error).
En la práctica: Ampliá tu mirada. ¿Qué tal si «éxito» también es aprender, intentar o dar lo mejor de vos con los recursos que tenés? Y el «fracaso», ¿no puede ser solo una oportunidad para ajustar el rumbo? Celebrá los pequeños avances.
4. Practicá la «aceptación radical»
¿Qué es? Aceptar la realidad tal cual es en este momento, incluso tus propios errores o limitaciones, sin luchar contra ello. No es resignación, es un punto de partida.
En la práctica: Si algo no salió como esperabas, o te sentís frustrado/a, decite: «Ahora mismo esto es así, y está bien sentirlo/aceptarlo». Desde esa aceptación, podés elegir tu siguiente paso.
5. Hablate con «compasión»
¿Qué es? Trátate a vos mismo/a como tratarías a un buen amigo que está pasando por lo mismo. Tratate bonito
En la práctica: ¿Qué le dirías a alguien que querés si se está exigiendo demasiado? Probablemente lo alentarías y le recordarías sus fortalezas. Aplicá esa misma voz a tu diálogo interno. Probá con frases como: «Estoy dando lo mejor que tengo hoy», o «Es normal equivocarse, todos lo hacemos».
Gestionar la autoexigencia es un camino de autodescubrimiento. Con estas herramientas, vas a poder empezar a construir una relación más amable y productiva con vos mismo/a, permitiéndote crecer y disfrutar del proceso. Porque, sí, se puede ser una persona comprometida, responsable y trabajadora sin estar todo el tiempo al límite. No se trata de dejar de buscar el crecimiento o la mejora personal, sino de hacerlo desde un lugar más compasivo y saludable. La clave está en distinguir entre una sana ambición y una autoexigencia limitante… la respuesta, siempre está en vos.
Si sentís que esa voz interna te está frenando más de lo que te impulsa, o simplemente queres explorar cómo gestionarla para alcanzar tu máximo potencial sin sacrificar tu bienestar estoy aquí para acompañarte, juntos podemos trabajar en herramientas y estrategias personalizadas para que la autoexigencia se convierta en tu aliada. Espero tu mensaje
@emack38
+542345418981 (WhatsApp) Gracias por leerme