Día Mundial de Talla Baja: “Antes nos escondían en casa por la mirada social”

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Gabriel Videla tiene acondroplasia, la forma más común de enanismo. Él lleva una vida normal: está en pareja, trabaja en el Congreso de la Nación, estudió y es parte del equipo de natación paralímpica de River Plate. “Nosotros nos adaptamos al mundo sin problemas, lo que falta es dejar atrás los mitos y prejuicios culturales”

“Me llamo Gabriel Videla y soy talla baja. No soy enano”, aclara sin vueltas. “Nadie de mi familia ni mis amigos me trataron así, pero lo hacen en la calle, y la verdad que duele”, admite. Gabriel (42) cursó una carrera administrativa en Recursos Humanos y desde hace tiempo trabaja en el Congreso de la Nación. Nació en Córdoba capital, «por eso soy tan charlatán y tengo esta tonada”, le dice entre risas a Infobae.

“Lo que yo tengo es acondroplasia, lo que vulgarmente llaman enanismo. Lo que no todo el mundo sabe es que sentado en una silla soy igual que vos, porque mi tronco se desarrolló como lo esperado. Sin embargo, los huesos largos de los brazos y las piernas no”, explica en su casa en Villa Crespo., y desafía: «Vení, sentate, vas a ver”.

La acondroplasia es un trastorno genético que interrumpe la transición del cartílago al hueso. Los que padecen esta enfermedad tienen brazos y piernas más cortos que los de las personas de estatura promedio, así como rasgos faciales definidos: macrocefalia (cabeza grande) y un puente en la nariz.

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Hace una década, Gabriel se mudó a la Capital Federal “por amor”. A través de un sitio web llamado Alpe, para buscar información sobre talla baja, conoció a Mariela (42), psicóloga y tiene otro tipo de enanismo denominado displasia espondilo epifisaria. “Intercambiamos mensajes y cuando la cosa se puso más seria, probamos un tiempo a distancia. Luego conseguí trabajo y pude establecerme en Buenos Aires. Hoy estamos proyectando toda una vida juntos”, cuenta Videla.

Si bien la altura adulta de alguien con su condición es, en promedio, un poco más de 1,2 metro, Gabriel mide 1.38, y calza 35. Sus padres y sus dos hermanos -al igual que los de Mariela- son de estatura media. “La mayoría de las personas con acondroplasia, entre el 80 y el 90% de los casos, descendemos de padres de talla media o alta, por eso se presenta como algo inesperado. En mi caso no existían ecografías para detectarlo tempranamente durante el embarazo. Sólo supieron mi diagnóstico tres días después de mi nacimiento”.

Al principio fue todo un shock, pero con información y acompañamiento profesional los Videla supieron que Gabriel podría explotar todo su potencial sin limitaciones. Sintieron ciertos temores que tenían que ver con lo desconocido y con algún estereotipo social. “Mi mamá me alentaba a hacer todo: desde fútbol hasta a andar en bicicleta, y me explicaba que lo hiciera a mi manera… con pasitos más cortos. Fueron un pilar fundamental en mi desarrollo”, admite este joven, que reconoce que hay un estigma de la sociedad con respecto a su condición.

Gabriel no tiene complicaciones de salud. Pudo estudiar, recibirse en la universidad, e inclusive seguir su pasión: la natación. Hoy es parte del equipo paralímpico de River. “Es ideal como deporte para mi discapacidad, además en el agua soy uno más”.

Sin embargo, hasta que cumplió 28 años jamás se animó a relacionarse con gente de talla baja. “Era para evitar ver mi reflejo. El entorno te recuerda la carga social que hay sobre esta condición. Es una manera de no entrar en contacto con eso por miedo a la mirada social”, admite.

“¿Viste que no ves tan seguido gente en la calle con talla baja? Eso es porque los escondían en sus casas”, dice. “En los últimos años eso fue cambiando, y la aceptación es cada vez más positiva, pero todavía falta en términos de inclusión”, resalta.

“Cuando salís a la calle sabés que puede causar desconcierto en la gente”, dice. «Las personas con acondroplasia convivimos con una serie de prejuicios culturales que aún persisten. Un halo cómico o farandulesco, remitiendo a la época medieval de los bufones del rey. Somos un poco objeto de burla. Me pasa cuando salgo a caminar y me sacan fotos, o me gritan enano”.

«En el semáforo o cuando manejo miran dos veces con asombro. Creo que la gente no entiende de qué se trata, y eso es por falta de información. Soy igual a los demás pero más bajito «, no se cansa de repetir.

La infantilización de su condición es otra de las cosas que se enfrenta a diario: “Me hablan en diminutivo, como si no entendiera”.

Pero eso no es lo único. “Hay mucho mito popular dando vuelta, no solo para la burla sino como algo de superstición, como que el ‘enano trae suerte’, entonces vienen y nos tocan… no somos objetos”.

El departamento de tres ambientes de Gabriel y Mariela no tiene adaptaciones de altura. “La gente fantasea que vivimos en la casa de Barbie. No es así. Solo que nos adaptamos a nuestra comodidad. Tenemos una escalerita de aluminio por si no alcanzamos pero el resto es todo igual”.

Ya vestirse es todo un desafío, aunque ellos le restan importancia. “Me compro ropa en casa de chicos… por suerte ahora los chicos se visten como grandes”, reconoce Mariela. Ya Gabriel manda a achicar y hacer dobladillos en camisas y pantalones. “La moda no es inclusiva en ese aspecto”.

Concientización e inclusión

Gabriel cuenta que hay casi 200 tipos distintos de casos que son diagnosticados con acondroplasia. Y que el 25 de octubre es el día Mundial de las Personas con Talla Baja. Con su pareja acuden a los eventos de la organización Little People of America y trabajan para la inclusión: “Viajamos a los Estados Unidos para conocer más gente, ampliar la mirada. Es un mundo donde compartimos muchas vivencias, sensaciones en común y nos relacionamos libremente”, relata Mariela que también colabora en una ONG de la temática.

Y sigue: “Está en nosotros estimular una conciencia de la condición con una visión optimista y positiva de la vida. No quedarnos con los no”, admite. Y eso es lo que hizo Gabriel: potenció sus capacidades.

“Frente a una desventaja, como puede ser la de talla baja, es importante potenciarse, formarnos. A mayor formación, mejores posibilidades de insertarnos socialmente. El diagnóstico no es destino, busquemos el tesoro de cada persona. ¡Viva la diferencia!”.

Para ellos también es importante sensibilizar al mundo laboral para que incluyan entre sus empleados personas con esta característica u otra discapacidad.

Gabriel y Mariela invitan a dar una vuelta por el barrio. “Andá por la otra vereda porque si te ven a vos no se animan”, explica. No hizo falta dar más de dos pasos para ver la reacción de sorpresa de una adolescente. “Viste… así se siente”.

Fuente: Infobae