La fascinante vida del doble de Luis Miguel: cómo se convirtió en su “gemelo”

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Se llama Andrés Urrustarazu, pero trabaja como Andrés Rey. De Saladillo al mundo, rompe el silencio: sus reemplazos, la serie de Netflix, Marcela Basteri y más. Una extensa charla con Clarín.

Le debe la profesión a un tal Carlos, amigo argentino de Luisito Rey, que lo vio en el Hotel Dos Reyes de Mar del Plata y quedó atónito, como quien mira a un hombre escapado de su retrato, a un holograma.

«Igualito», gritó el señor y le pidió su número de teléfono. Era 1995, no había Instagram para compartir el hallazgo, ni Wifi para enviar selfies a Plutón en dos segundos. Luis Miguel estaba por cantar New York, New York en el cumpleaños 80 de Frank Sinatra, mientras Andrés Urrustarazu, que terminaba sus vacaciones y volvía a su casa de la ciudad bonaerense de Saladillo, entregó el número familiar fijo, descreído.

El llamado ocurrió un año después, en diciembre de 1996. El staff de LM necesitaba un «auxilio», que alguien idéntico saliera a «calmar a las fieras» que acampaban con sombrilla y almohada en las puertas de un hotel de Recoleta. «Micky» llevaba días sin dormir por los bramidos, por lo que su entorno desesperado llamó al clon argentino.

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Urrustarazu (más adelante rebautizado Andrés Rey) llegó al centro porteño lo más rápido que pudo, vio a la críptica estrella a cuatro metros, y recibió las primeras indicaciones. Con las palmas en alto, salió por el ventanal de la suite presidencial del Four Seasons y debutó como «saludador». Desencajado, como Francisco desconcertado tras la fumata blanca, estaba pariendo un personaje, el «despistador» oficial. El doble.

Nació casi 500 días después que Luis Miguel, el 12 de agosto de 1971. Mide cinco centímetros más que él (1,83), muestra la misma paleta de bronceado y en su listado de Spotify el mexicano no está primero, ni segundo: su ranking lo encabezan Gustavo Cerati, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Charly García, Phil Collins, Pink Floyd, Julio Iglesias y Camilo Sesto.

Puede pechear un show en La Matanza y unas horas después repetir en un bunker de Nordelta. Entendió el halo antigrieta de Luismi cuando el negocio empezó a prosperar de un hábitat a otro. Un día cantaba en un evento judío ortodoxo en el que «no podía tomar de las manos a las mujeres» y al otro abrazaba a los empleados de una mina de oro sanjuanina.

Desde hace siete meses no reencarna en el Sol de México. La pandemia acabó con las fiestas empresariales, los trencitos en cumpleaños de 15, el delivery de besuqueos, los baby shower. En cuarentena se despachó con algún que otro show por Zoom, o videos personalizados, pero siente nostalgia. Pasa su aislamiento en Saladillo, donde su familia tiene una finca. Distancia social y abstinencia de «luismigueo».

Andrés en una limusina blanca, Andrés en un jet privado, Andrés en un resort de Punta del Este. Las fotos hablan. Ser un seudo Luis Miguel tiene sus privilegios. Nunca estuvo más cerca del lujo, los millones y la fama, pero tiene claro que «todo es prestado».

Sangre vasco-francesa, hincha de River, rumbeaba para ingeniero, pero el Sol Azteca necesitó desdoblarse y recurrió a sus servicios. Cambio de planes para «El incondicional», que se presenta como «el doble verdadero». El gemelo perdido nacido en tierras de Marcela Basteri.

¿Cómo será vivir con Luis Miguel en el cuerpo? ¿Cómo es abandonarlo casi un año para ponerse el barbijo? ¿Crisis de identidad, límites desdibujados, cómo no creerse ése al que imita? Un viaje al centro de su cabeza.

Luismi

-¿Hacés terapia?

-Nunca fui. No sé si haré bien o mal, o si me llevo bien con mi locura. Yo tengo un chip. Entro y salgo del personaje. Me gusta mucho ser Andrés, tengo un hijo, padres, una familia que me quiere, me siento dichoso de ser quien soy, tengo una vida propia, gustos propios y tengo claro que no soy Luis Miguel.

-Antes de que ese señor te acercara al staff de Luis Miguel, ¿notaban tu parecido?

-Si entraba, por ejemplo, a una heladería me decían: «¡Luis Miguel!». Y mis novias eran todas fanáticas de él, algo había evidentemente. Pero hasta entonces yo no tenía que ver con el mundo artístico, ni tenía idea de cómo sacar un lucro del parecido.

-¿Qué pasó después de aquel bautismo de fuego saludando como si fueras él?

-Yo quedé shockeado, anonadado con lo que encontré. Venia del campo, tranquilo, no sabía cómo producirme. A los dos días nos llevaron a comer a Fechoría, a un lugar reservado exclusivamente. Había cuchara chica, cuchara grande, no sabía no cómo empezar a comer. Era un mundo nuevo. Fue mucho dinero para mí en ese momento, podía pagar el alquiler en Palermo y una facultad privada. Firmé un contrato de confidencialidad. Y me llamó Alejandro Romay.

-Un visionario que en los ’90 ya quería hacer una serie sobre Luis Miguel…

-Ya entonces, 1997/98. Estaba como directora artística Patricia Palmer. Me llegué a juntar con Romay, pero él estaba por vender el canal a los australianos. Y empecé a trabajar en Canal 9, en El paparazzi, con Jorge Rial. Hacía participaciones en la tribuna de las dobles, donde estaba el doble de Charly García, de Nicolás Repetto, de María Martha Serra Lima. También empecé a hacer bolos, me presentaron a Ricardo Piñeiro para empezar a modelar, hice la publicidad de sábanas que aparecía en revistas. Hasta que aparece un señor, Cáceres.

-¿Y qué te ofrece Cáceres?

-Me propone hacer un tributo por el país. Empezamos por Córdoba y Santa Fe, hacíamos seis eventos por fines de semana.

-¿Hacías playback en aquella época?

-Sí, arranqué haciendo playback. Empecé a estudiar los movimientos de Luismi, a vestir mejor, aprendí a moverme en un escenario. Miguel Romano fue el estilista que me ayudó y Néstor Fabián me asesoró en lo vocal. Empecé a ensayar técnicas para colocar la voz y fue una bisagra. También hubo muchas desilusiones.

-¿Desilusiones?

-Falsas promesas, trabajabas un montón, esas personas se llenaban los bolsillos y desaparecían, no estaban los pagos… Hasta me retuvieron el pasaporte un día en Chile. Aparecen también muchos amigos del campeón. Hoy esto es un emprendimiento familiar, mi hijo Ciro me ayuda en el streaming, mi hermano en las contrataciones, mi otro hermano está a cargo del sonido. Mi mamá también participa en lo relacionado a los mails.

-¿El show más impresionante para el que te hayan contratado?

-Compartí una gira con Cristian Castro por Ecuador. Él hizo un tributo a José José, yo a Luis Miguel. Fuimos por todo Riobamba, Quito y Guayaquil.

¿Te perjudicó haber blanqueado que sustituiste a Luis Miguel un rato en un recital en San Luis en el que abandonó el escenario?

-No salí a blanquearlo en medios. Fue una periodista de San Luis que se infiltró en camarines y vio salir a uno por la derecha y a otro que entraba por la izquierda. Y explotó en los medios. Detalles no di. Había un contrato de confidencialidad. De parte de la producción no hubo enojos.

El doble argentino de Luis Miguel, Andrés Rey (Instagram)

El doble argentino de Luis Miguel, Andrés Rey (Instagram)

-¿La serie de Netflix encendió el negocio otra vez?

-Me acercó a un público más joven y aumentó mi trabajo.

-¿Y qué te generó esa ficción como estudioso de Luis Miguel?

-Yo no soy su fan, soy un gran admirador de su música. Necesito no perder la objetividad. No lo idealizo, lo observo para recrearlo. La serie me gustó, está bien hecha, no hay héroe sin villano, pero de verdad hay poco.

-¿Por qué sostenés eso?

-El papá de Luis Miguel lo cuidó muchísimo. Lo protegió, no lo drogaba. Hasta los 20 Luis Miguel fue un señor, Luisito Rey le enseñó todo artísticamente, vocalmente. Para ser éxito, la historia tiene que contarse en un marco donde haya un héroe y un malo. Luis Rey no era tan malo. La mejor voz hispana que era su hijo se reveló, tal vez necesitaba desprenderse y esa independencia le costó, pagó un precio.

-¿Netflix no te aprovechó, no te convocó para algunas tomas lejanas?

-Me llamaron, quedaron gustosos​, pero las decisiones no dependen de un solo productor. Tal vez tenga la suerte en la segunda temporada. La posibilidad que sí se abrió fue un show conjunto con Izán Llunas, el actor que encarna a Luis Miguel niño. Hicimos tres anfiteatros, Quito, San Antonio y Guayaquil.

-¿Sobre el gran misterio de su madre, qué escuchaste en voz de su entorno?

-Se hablaba poco. Mucho hermetismo.​ Se dice que no vive, que está muerta, pero en mi cabeza ni se cruzó hacer esa pregunta porque podría haber durado un minuto en ese entorno.

-¿Cuántas veces viste a Luis Miguel en persona?

-Unas cuatro veces, nunca los dos solos. En hoteles, en prueba de sonido. Siempre hay un staff alrededor, saluda muy educado, respetuoso.

-¿El insólito mito de que no se lo puede mirar a los ojos es un disparate?

-Jamás me dijeron eso.

-¿Creés esa teoría de que en el fondo hay un eterno niño herido?

-Parece una persona seria, triste. Creo que es tímido. Y la timidez se confunde con arrogancia. Me parece sensible, vulnerable, y a pesar de estar rodeado se lo nota solo. Yo tomo todo eso y hago ilusionismo.

-O sea que en el fondo, más que doble, sos un gran ilusionista.

-Sí, soy un actor que personifica a Luis Miguel. Te hago creer que lo ves. Y lo ves.

Fuente: Clarin