“Van a terminar en el basural”: la brutal historia de violencia de género detrás de un hombre liberado con la excusa del coronavirus

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Lucio Perdomo, diabético y con una arritmia cardíaca, regresó a su casa de Ituzaingó en medio de la pandemia a la espera del juicio en su contra que debía comenzar a fines de abril. Está acusado de intimidar a la psicóloga de su hija por haber redactado un informe en el que constaba que él la sometía a ella y a su ex mujer a situaciones de violencia doméstica

En medio de la polémica por la liberación de presos por la emergencia sanitaria de la pandemia de coronavirus, Lucio Miguel Perdomo, de 65 años, volvió en los últimos días a su casa de Ituzaingó por orden de la Justicia, donde deberá cumplir arresto domiciliario hasta el juicio en su contra, que iba a iniciarse originalmente el 28 de abril pasado. Así, dejó la cárcel federal de Marcos Paz.

Perdomo, detenido hace poco más de seis meses , acusado del delito de “amenazas coactivas en concurso real con desobediencia”, es paciente diabético y sufre una arritmia cardíaca. A causa de esa condición médica, sumada a su avanzada edad -lo que lo convierte en un grupo de riesgo- Jorge Rimondi, Gustavo Bruzzone y Patricia Llerena, los jueces de la Sala de Turno de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Ciudad de Buenos Aires, decidieron otorgarle el arresto domiciliario, en una resolución a la que tuvo acceso Infobae, dictada a pesar de la negativa del Tribunal N°19.

Perdomo, viudo, era empleado de una empresa de seguridad. Había formado una nueva pareja y tenía una hija menor de edad, L., que asistía desde 2016 a terapia con una psicóloga en el Hospital Piñero junto a su mamá.

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Hace varios meses, la mujer denunció a Perdomo por violencia de género, refirió que su ex marido la sometía tanto a ella como a su hija a varios episodios de violencia doméstica y que la hostigaba. La pareja presentó además a la Justicia un informe psicológico firmado por la terapeuta de su hija en el que constaban esos hechos.

Perdomo se enfureció, quería a toda costa torcer los resultados de ese informe de acuerdo a la elevación a juicio dictada en su contra y empezó a enviarle mensajes amenazantes a la terapeuta, primero a través de mensajes al celular de su ex mujer y después, cuando ella cambió el número, directamente al teléfono personal de la profesional. Le pedía pruebas, le preguntaba insistentemente cómo podía saber que había violencia de género sin conocerlo.

“Tenga muy en claro que amo a mi hija y nunca cometí un acto que la perjudique. Emitió un falso certificado, siento pena por usted de no haber mantenido el mismo profesionalismo. Se dejó llevar por una mentirosa, lo mismo hizo en la Justicia, mentir es su oficio. Saludos a usted con todo respeto. A su disposición”, le escribió en uno de los primeros mensajes. “Cuando usted disponga tenemos una charla personal. Gracias”, agregó en otro.

Pero muy rápidamente la violencia empezó a escalar y Perdomo comenzó a hostigarla por WhatsApp y por Facebook desde al menos 10 líneas telefónicas distintas. En un mensaje siguiente le envío una captura donde constaba cómo le había hackeado su cuenta de mail. Después empezaron las llamadas, algunos días repetidas hasta el cansancio con diferencias de 10 a 15 minutos entre cada una, junto con mensajes cada vez más agresivos y amenazas de muerte.

“A ustedes que se juntan con basuras, van a terminar en el CEAMSE”, decía uno. “Algunas lacras no merecen ser llamadas gente”, escribió en otro. Empezó a enviarle mensajes a la madrugada con insultos, imágenes pornográficas, fotos de genitales masculinos y mensajes extensos, algunos incoherentes pero siempre violentos.

 “Te voy a meter un tiro en la cabeza.. voy a ir a tu trabajo y te voy a matar con un tiro en la cabeza”, le aseguró un día. Perdomo, sin embargo, según consta en la causa, no está autorizado a portar armas de ningún tipo.

Cuando las amenazas de muerte comenzaron a hacerse más explícitas, la mujer recibía además fotos de su propio auto estacionado en sus lugares de trabajo. Incluso un día lo encontró en el estacionamiento con el caño de escape completamente tapado por palos, ramas y piedras. Mientras estaba de licencia, además, un hombre se apersonó en el Piñero para preguntar puntualmente por sus días y horarios de trabajo con la excusa de tener una entrevista personal con ella. Lo denunció.

La ex mujer de Perdomo manifestó a la Justicia que se sentía culpable de haber cambiado el número de teléfono ya que su ex esposo había entonces decidido dirigir las amenazas a la terapeuta de su hija. También aseguró que su ex marido tenía acceso a chips de descarte de una empresa de telefonía que le proveían de manera gratuita en su trabajo y que también los había usado para amenazar a su madre y su hermana.

A principios de septiembre de 2019 Perdomo fue notificado de una prohibición de acercamiento y contacto de la denunciante dictada por Juzgado Criminal y Correcional N°4 y el 17 de ese mes volvió a escribirle. “Te tengo justo a punto, te rajo un tiro en la cabeza y nadie te ve, te voy a matar”, le escribió y horas más tarde la llamó para amenazala de muerte otra vez.

Cuando la policía allanó el domicilio de Perdomo para detenerlo, los efectivos encontraron en su casa varios chips de la empresa telefónica que refirió su ex mujer y hasta un manuscrito con la transcripción de un mensaje idéntico a uno que recibió la psicóloga de L.

En su declaración indagatoria, Perdomo reconoció haberle enviado mensajes “para que explicara las razones por las cuales emitió falsos certificados» que lo afectaban en la causa por la cual no poda ver a su hija pero negó haberla amenazado o seguido a su lugar de trabajo. Dijo que sólo la llamó algunas veces porque quería reunirse con ella. Que sólo la vio un par de veces y no pudo tratar con ella porque la mujer habla muy bajo y el es hipoacúsico.

El fiscal Patricio Lugones de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°4 solicitó la elevación a juicio en diciembre pasado y este debía comenzar a fines de abril. Ahora, en medio de la pandemia, Perdomo deberá esperar la reprogramación del proceso oral en su contra desde su casa, con monitoreo electrónico y una prohibición de acercamiento y contacto de la víctima.

El tribunal, presidido por el juez Jorge Luis Rimondi e integrado por los jueces Gustavo Bruzzone y Patricia Llerena revirtió de esa forma la decisión del Tribunal Oral Nº 19, que ya había rechazado una morigeración de la prisión preventiva previamente y un pedido de excarcelación de su defensa.

Los jueces basaron su decisión en “la presunción cierta y concreta» de que, en caso de dictarse una condena, «podrá ser dejada en suspenso” y que el tiempo que Perdomo lleva en prisión preventiva “resultaría desproporcionado con relación a los fines perseguidos con la medida cautelar”. También argumentaron que el acusado está próximo a cumplir los 8 meses detenido que le permitirían acceder a libertad condicional en caso de ser condenado a la pena mínima y que a pesar de que se fijó una fecha de debate oral, ésta “se ha tornado incierta” por la pandemia.