Qué hay detrás del tráfico de cigarrillos, el negocio ilegal que crece durante la cuarentena

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El faltante en los kioscos y la suba de precios se enfrentan a cientos de miles de atados de origen paraguayo que atraviesan la Triple Frontera y el límite con Salta. El contrabandista que pidió salir de la cárcel y los puentes clandestinos sobre el agua

El hombre iba cargado, confiado de que todo le iba a salir bien. La Policía de la Ciudad lo frenó el 29 de abril en un control en el kilómetro 4 de la autopista Dellepiane, viajaba hacia Capital Federal en su Renault Kangoo. Luca M., de 25 años, con domicilio declarado en José Mármol, tenía un permiso expreso para transportar alimentos. Sin embargo, faltaba la cédula azul, así que lo registraron. Le encontraron doce bultos en la parte trasera de la Kangoo: había 1150 cartones de cigarrillos de la marca paraguaya Eiffel.

Luca terminó imputado no solo por violar la cuarentena: lo acusaron de contrabando y de atentar contra la salud pública, con un expediente a cargo del Juzgado en lo Penal Económico N°5. Peritos policiales valuaron el cargamento en casi un millón de pesos, más de 850 pesos el cartón, contra los 1300 que costaría un cartón de una primera marca legal en un kiosko, si se consiguiera.

El arresto es para Luca el primer antecedente penal de su vida. Su prontuario estaba limpio hasta ese entonces. Su arresto, por otra parte, es una rareza, caer con un cargamento de cigarrillos ilegales que pasan sin aval aduanero a las puertas de la Ciudad de Buenos Aires no es tan común. La mayoría no llega tan lejos, se queda en el camino.

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El mismo día que cayó Luca, Gendarmería Nacional encontró una Volkswagen Suran en un camino rural en la zona de Pirané, provincia de Formosa, a unos ocho kilómetros de la ruta provincial 20. La Suran llevaba a tiro a otro otro vehículo, un Dodge Journey, que parecía tener algún tipo de problema mecánico. Había un hombre detrás del volante del auto supuestamente roto. Aterrado, el hombre del auto roto corrió al ver a la patrulla, desató el vehículo y se subió al asiento delantero de la Suran para huír. La Journey quedó atrás: tenía entre sus baúles y asiento 2000 cartones de cigarrillos Rodeo, 20 mil atados. Los contrabandistas dejaron un rastro para que los encontraran. La Journey, rota o no, circulaba con patente.

Hay cargas más pesadas que encontró Gendarmería. También en Formosa, otros 3400 cartones de Rodeo fueron detectados la semana pasado en una Toyota Hilux. El compartimento trasero estaba repleto, así como el asiento de pasajeros. Los cigarrillos salían hasta de la caja del motor, detrás de los paneles laterales de las puertas, un contrabando valuado en más de 4 millones.

Desde el 8 de abril hasta el 1° de mayo, Gendarmería realizó 18 incautaciones de este tipo en las provincias que comparten límite con Paraguay, el principal productor de los cigarrillos que entran de contrabando a la Argentina. Salta también entra en el cálculo, con un saldo más de 155 mil atados en un mes en todo el norte argentino. El fin del mundo juega también: la semana pasada en la zona de Río Grande, Tierra del Fuego, un hombre volcó su pickup cerca del Paso San Sebastián en la frontera chilena. Tenía más de 1500 atados marca Red Point.

No es algo nuevo, los cigarrillos paraguayos siempre estuvieron debajo de los mostradores en kioscos o vendidos al por mayor y considerablemente más baratos que un atado legal producido en Argentina: entre 2012 y 2013 la AFIP declaraba incautaciones por medio millón de atados. Pero ahora, las marcas como Rodeo o Eiffel sienten con una fuerza que no tenían hace tiempo.

La cuarentena tiene algo que ver. Hay faltante de cigarrillos en los kioskos, mientras los fumadores y adictos a la nicotina peregrinan para ver qué consiguen, la Cámara local de la industria tabacalera envió notas al Gobierno, no habría producción desde el 20 de marzo, productores en el noroeste argentino hablan de toneladas de hoja seca sin vender. Los especuladores con stock, mientras tanto, deforman precios a su antojo. Ya hay memes que pasan entre fumadores: una pila de atados de kiosko y la leyenda “permuto por terreno en Villa Gesell”.

Y en esta coyuntura entra el cartón, desde Paraguay, en silencio, entre inversores y cuentapropistas, “cigarrilleros” se los llama, gente pobre que se arriesga la libertad, como en el negocio de la marihuana.

El coronavirus y la cuarentena cambiaron las reglas de la clandestinidad argentina. Durante décadas, la marihuana prensada de las zonas calientes como Pedro Juan Caballero fue el producto preferido de los paseros que se juegan la libertad en la Triple Frontera y en los territorios linderos con Paraguay, la línea de provisión de la commodity ilegal más vendida de la Argentina. Sin embargo, los cigarrillos que no tributan, de a poco, toman la posta.

Antes se trataba de una cuestión de canibalizar al mercado interno, los piratas del asfalto golpearon durante años las camionetas de reparto de las tabacaleras. Hubo un asalto particularmente feroz en mayo de 2017 sobre la autopista Ricchieri, con un tiroteo entre los ladrones y policías, una oficial de la Bonaerense terminó con una bala en el cuerpo. Hoy, la Mesa Interempresarial de Piratería de Camiones, que reúne a empresas y fuerzas de seguridad para supervisar tendencias en el robo de mercadería, no reporta ningún robo de tabaco reciente.

En las últimas semanas, los puentes clandestinos para pasar entre Argentina y Paraguay se multiplicaron en zonas como Clorinda, hombres y mujeres que cruzan con mercadería al hombro sobre estructuras precarias pilotes y pallets de madera en la parte baja del río Pilcomayo. Gendarmería ya desarmó 64 de estas estructuras en lo que va de la cuarentena. Para los paseros, el cigarrillo clandestino es mucho más seguro: el delito es excarcelable, mucho menos grave en el Código Penal que violar las leyes narco.

Por otra parte, hay quienes sostienen que los narcos cambiaron de producto, marihuana por tabaco que no tributa al fisco, pero el caso de Luca en la autopista Dellepiane dice otra cosa: su empleador de acuerdo a registros previsionales es una empresa de Lomas de Zamora dedicada en los papeles al rubro gastronómico y a la venta mayorista de productos de almacén.

Los históricos contrabandistas, por otra parte, casi siempre fueron comerciantes, en una forma u otra.

El 20 de marzo pasado, el Tribunal Oral Federal de Posadas le denegó la prisión domiciliaria a Darío Enrique Podeley, un hombre de 41 años oriundo de la ciudad de Jardín América, encerrado desde septiembre de 2019. No se menciona al coronavirus en ningún lugar del fallo. Había sido acusado años atrás de conformar “una asociación ilícita para el contrabando de cigarrillos, la evasión tributaria, y el lavado de activos de origen ilícito”, con cómplices todavía prófugos, un negocio oscuro de cigarrillos que pasaban en botes por el río Paraná, en muelles y puertos truchos a lo largo de la costa en Jardín América, Puerto Leoni, con el producto enfriado en casas de familia, otros depósitos.

En noviembre del año pasado, Angel Mareco, otro hombre de Jardín América preso en el penal de Loreto, comerciante según él mismo, de 33 años, tuvo que comparecer ante el mismo Tribunal. El Tribunal accedió a aceptar un juicio abreviado: le dieron 4 años por una serie de delitos, encubrimiento de contrabando, abuso de armas, tenencia de drogas para vender. Una Ford Ecosport con pedido de secuestro en Brasil, abandonada y cargada de cigarrillos, llevó a la policía hasta él: le encontraron otros 2500 cartones en su casa y un cuarto kilo de marihuana.

En febrero de este año, el nombre del mendocino Cristian Roberto Alaniz llegó a un tribunal de casación porteño luego de que le dieran cuatro años de prisión en su provincia. Oriundo de la zona de Buena Nueva, transportista en los papeles, había sido acusado de cargar entre pallets de bobinas de papel uno de los lotes de tabaco en negro más grandes de la historia reciente: casi 24 mil cartones, más de 7 millones de pesos en mercadería de aquel entonces. El destino final de la carga: Chile.