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Polo desde el año 1998 que era el canchero del Club Huracán, no pateaba penales, no corría detrás de la pelota, pero corría en la cancha. Esa cancha del Estadio Salas era su vida. Una tarea silenciosa, no vista por muchas, pero la principal de todas. El Estadio no sería lo que es sin el trabajo de Polo. Siempre se lo veía en su tractorcito, acompañado este último tiempo por su perrita Negra y algunos teros. El secreto para mantener la cancha así “es pelear” para que se use lo menos posible, decía Polo. Y así era, peleaba, se renegaba y “sacaba carpiendo” a todos cuando era necesario. Sin dudas, una noticia muy triste para toda la comunidad. Te vamos a extrañar, querido Polo.