«No está muy claro el vídeo, pero es la situación que pase en Plusmar desde 7:50 am que me subí para ir a Bragado. No tengo puesto un short, no tengo ropa ajustada, no tengo un escote y sin embargo eso no le impidió hacer lo que hacía. No dormí en todo el viaje, sentía los ojos de él clavados en mí. Traté de buscar un motivo por el cual estaba haciendo lo que hacía y al verlo una persona mayor pensé que quizá tenía algún problema, pero me equivoqué”.
“Me sentí efímera ante la situación y acudí a lo más cercano que tenía: él chico que se sentó conmigo. Estaba durmiendo y lo desperté. Le mostré mi teléfono con un mensaje que decía ‘¿podes quedarte despierto? Ese señor de ahí me mira a mí y a la chica de adelante y se toca’. Lo miró, comprobó lo que le decía y cuando se dio vuelta el señor, para mirarme, le dijo: ‘¿qué mirás? ¿Se te perdió algo que miras tanto?’ Automáticamente, el señor reaccionó y dijo que ‘no’ dándose vuelta y tapándose con su campera. Dejó de hacerlo. Paso un rato, él chico se volvió a dormir”.
“El señor se da vuelta, ve que se durmió, tantea que su esposa esté dormida (sí, viajaba con su esposa) y empieza a hacerlo otra vez, esta vez quizá con un poco mas de ‘precaución’. Me mira, mira a la chica de adelante y a su mujer (solo para ver si ella duerme) ahí me di cuenta que no tenía ningún problema, que era un viejo pervertido y desubicado y sentí que tenía que hacer algo, que no me merecía eso”.
“Cuando estoy decidida, llegamos a Saladillo. Se bajó ahí y me sentí con bronca y a la vez alivio. Se había ido y seguramente no lo volvería a ver. Tenía una hora y media de tranquilidad hasta llegar a casa, aunque no había nada que me sacara la bronca de por qué no hablé. No le dije lo que me hizo sentir y el momento tan extenso de incomodidad que pasé”.
“Dejen de cosificarnos, dejen decir que exageramos, esto nos pasa a todas todos los días».