Con la música a todas partes

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Yo me he apoderado de mis zorzales y mis calandrias. Ellos me han traído la paz en muchos momentos de la vida y así, como yo, cada persona tiene dentro melodías y letras que remontan hasta los tiempos más lejanos.

La música atrapa, ensueña, transporta. El canto de los pájaros nos permite volar con ellos, el sonidos de los instrumentos llega hasta lo más profundo de nuestro ser. Y no hace tanto que existe la música grabada… Hubo un tiempo que había que esperar a las bandas y las orquestas y sentir la música en vivo, el sonido de cada instrumento. Es algo que llega hasta adentro y se queda en el corazón.

En General Alvear, como en todos lados, hay músicos. A veces se camuflan, quedan como en stand by, pareciera que se fueron con la música a otra parte, pero vuelven con otros trajes, con otras melodías, con otros ritmos.

En la déçada de 1950 y hasta 1964, una de las bandas más populares era “Ases del Ritmo” formada sobre la Orquesta Mickey. La primera vez que se presentaron como orquesta profesional fue en un baile en el Club Deportivo. No quedan orquestas típicas y características, casi ninguna de tangos y milongas, ya porque lleva mucho tiempo de ensayo, ya porque los gastos son muchos, ya por la gente prefiere otros ritmos. Es que todo cambia…

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En esos años, era raro el fin de semana que no hubiera un baile en el campo, en las escuelas, en cualquier salón. Se iban turnando en un lado, después en otro. Lito Acuilán, bandoneonista de alma, cuenta que al Chumbeao fueron montones de veces, también a los clubes, el Prado español… Iban a fiestas de compromiso, casamiento, fechas patronales, patrias y la gente iba en familia.

Eran otras épocas… Los bailes eran todos familiares, los chicos nunca solos a las fiestas, y menos de trece o catorce años solos; la música grabada con amplificación ha reemplazado a la música en vivo. Los “Ases del Ritmo” eran Carlitos Villarías que hacía las glosas, “Lito” Acuilán en bandoneón, Alberto Milioni (canto), el Dr. Chiurazzi, que también cantaba, el “Negro” Sastre en contrabajo, Josesito Viamonde en violín, Maximiliano Moleiro (bandoneón) y Coco Martínez en piano. Están en el 1956, en el Club Social de General Alvear.

De riguroso traje, camisa y corbata tocaban de todo, el Himno Nacional si era fecha patria, la marcha peronista si era un festejo partidario, cualquier cosa… Lito nunca con la partitura enfrente: se sabía de memoria más de 300 piezas; con nostalgia recuerda que estaban presentes con la orquesta en casi todas partes: para los carnavales se disfrazaban y salían arriba de una zorra (carrito) adornada con guirnaldas, carrito que usaban en la chanchería para distribuir comida a los animales. Ahí estaban los de Paz, Carlitos Cordido que era el motorman, o sea, el conductor de la yegua que tiraba el carro con los músicos arriba tocando.

Estampas del pasado que seguro nos encantaría poder escuchar… Orquestas con músicos que por amor al arte de musiquear, con ensayos o sin ensayos, iban con sus instrumentos a la rastra adonde fuera.

Profesionales o no, cobrando o no, amenizaron fiestas en el pueblo y en el campo durante décadas, con techos de chapa o lona, pero siempre con la música en el alma.