Los chicos y la separación de sus padres

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Si la separación o el divorcio de una pareja resulta un hecho difícil y doloroso para los adultos, más lo es para los hijos. Conforma uno de las situaciones  más estresantes y traumáticas que atraviesa la infancia de un chico y genera malestares en el corto, mediano o largo plazo.

La separación de los padres les provoca a los chicos incertidumbre que compromete la confianza, la seguridad y la estabilidad que suele brindar la familia.

Los padres no solo precisan atender  las necesidades familiares sino, especialmente, brindar seguridad y contención emocional para que los hijos puedan crecer y desarrollarse psicologicamente  sanos, con convicción en sí mismos, buena autoestima y capaces de progresar en su formación educativa y social.

La separación generará peores efectos si existen hechos de agresión o de violencia entre los padres por cuestiones económicas, régimen de visita, opiniones negativas de un progenitor sobre el otro, etc.

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Las consecuencias dependerán de la edad y la madurez del propio niño. Cuando más pequeño sea  (0 a 3 años), el amor de los padres es vital y no es capaz de entender conceptos como matrimonio o divorcio, ya que su mundo es su mamá, su papá, el hermano, el perro , la guardería, los juguetes, los abuelos.  Sin embargo, percibe el clima emocional y como tiene débiles mecanismos para elaborar lo que pasa lo expresa a través del cuerpo, con dolores de cabeza, molestias abdominales, vómitos, orinarse de noche.

Entre los cuatro y ocho años el niño entiende mejor las consecuencias de esta decisión y es común que demuestre inseguridad, angustia o tristeza.

La separación es un inexorable duelo que el niño tendrá que atravesar. Son factibles reacciones inesperadas, temores, no querer ir a la escuela, caprichos, berrinches y fobias (por ejemplo,  a la oscuridad)

Las reacciones más internas de protesta se dan en esa edad y se ven agravadas si se pierde la convivencia del padre del mismo sexo.

Entre los 8 a 12 años el disponer de mejores recursos verbales facilita exteriorizar sentimientos de reproches y recriminación a los padres, con menosprecio y rencor a uno de ellos y en paralelo, valorar o idealizar al otro, lo cual se podrá intensificar según las actitudes que tomen los adultos.  Puede evidenciar baja autoestima, dificultades para relacionarse con sus pares, poca tolerancia a la frustración y agresividad.  En la pubertad y adolescencia se amplifican las dificultades propias de la edad y adquiere mayor importancia el entorno, los amigos, la casa, su cuarto, las salidas.

La adolescencia resulta una edad poco adecuada para una separación aunque puedan comprenderlo mejor suele producir los conflictos más violentos con los padres ya que predomina la impulsividad con escasa capacidad para enfrentar los conflictos a través del diálogo. Se incrementan las conductas de riesgo (alcohol y drogas), la precocidad o promiscuidad sexual y la necesidad de vincularse a una pareja aunque con poca capacidad para mantenerla.

Los padres, aunque separados, deben darles tiempo a los hijos para superar la situación y estar atentos para una eventual consulta a un especialista.

Prof. Francisca Josefa Nicolini

DNI 5.002.503