Si bien es cierto que la contaminación por la ropa empieza desde el momento de su fabricación ya que según los especialistas para hacer solo un pantalón se necesitan alrededor de 1.500 litros de agua, 700 litros para la coloración, fijación y limpieza del producto. Después, en un relleno, si la prenda es de poliéster tarda en degradarse de 3 a 5 años. Cuando este material empieza a descomponerse, algo similar sucede con sus polímeros y tintes, que contaminan el suelo y las fuentes hídricas.
La ropa no debe ser tirada junto a los demás residuos domiciliarios. El hecho de que la prenda ‘ya no esté de moda’, o que no la usa más, no implica que se haya terminado su ciclo de vida útil.
Las ferias son una opción para dar una nueva oportunidad a la ropa que usted ya no usa, pero que sigue estando en buenas condiciones. Además, beneficia a personas de escasos recursos que pueden adquirir las prendas a precios más bajos.
Una vez agotadas las posibilidades de uso, se puede reutilizar como subproducto. En los hogares, por ejemplo, las toallas y sábanas viejas se pueden cortar en pedazos para ser usadas como trapos de limpieza para cocina, baños, etc. Otras telas, como el jean, pueden utilizarse en la elaboración de bolsas.
La ropa que se encuentra muy deteriorada puede entregarse a empresas que reciclan los textiles, los trituran y convierten en nuevas fibras.
Pero lo más importante es la donación, en nuestra ciudad por ejemplo, se puede entregar a Cáritas, a la Parroquia, Desarrollo Humano o bien, publicar por las redes sociales. Lo que vos no usas otros lo necesitan.