La miseria de la «justicia»: el 2 x 1

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Entre las decenas de cuerpos encontrados en las costas uruguayas había un niño de 14 años , empalado.
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Si tenías la desgracia de ser mujer te violaban entre todos los suboficiales de turno, les divertia por delante y por detrás, a veces con fusiles, a veces con palos, a veces con la picana, y de paso te pasaban electricidad en la vagina, a veces con sus asquerosos miembros, luego te hacían limpiar el desorden.
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Ponían aproximadamente 15 secuestrados en fila y disparaban al aire y a sus cabezas aleatoriamente, la suerte es loca.
Tu psiquis reventaba del terror.
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Como las madres comenzaron a hacerse notar, secuestraron 3 de ellas las violaron, las torturaron y las fusilaron.
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Cientos de las mujeres secuestradas eran embarazadas (el mejor botín). Parían en el piso, atadas, desnudas, no le daban el bebé ni para olerlo. La dormían y tiraban de un avión al río.
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Por años le pusieron el termómetro a esos niños por las noches y los llevaron al colegio, fueron a sus reuniones de «padres», festejaron sus 15 años, recibieron su vela en el escenario, sabiendo que mataron a su madre y padre con sus propias manos.
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Diariamente les pasaban electricidad y les metían la cara en un balde con agua pero los mantenían despiertos y vivos. Porque sabían que era preferible morir.
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En la mesa de tortura les hacían firmar venta de propiedades y de empresas. Así se quedaron con sus bienes.
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Una madre y un hijo fueron secuestrados juntos, violaban a la madre adelante del hijo y torturaban al hijo delante de la madre. Luego fusilaron a ambos.
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Eran el Estado, quién teóricamente debía cuidarte.
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Organismos internacionales y la justicia local determinó que se trató de un genocidio.
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Todavía no encontramos a los nietos que nacieron en esas celdas.
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Nunca confesaron dónde pusieron los cuerpos.
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Nunca se arrepintieron.