Con un apretón de manos, Trump y Kim dieron comienzo a una cumbre histórica

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Hotel Capella, isla de Sentosa, Singapur. Pasan tres minutos de las nueve de una mañana soleada. Desde la izquierda, Kim Jong-un se acerca con tranco marcial y traje tradicional coreano. Desde la derecha, Donald Trump camina con la sobriedad de las citas con la historia en traje oscuro y corbata. De fondo, una colección de banderas de ambos países que comparten los colores blanco, azul y rojo. Estrechan sus manos con rigor diplomático primero y relajan después la mueca con leves sonrisas. Es la foto que el mundo ha esperado durante décadas.

Un ligero ademán del presidente estadounidense invitó a su homólogo norcoreano a enfilar juntos por el corredor colonial hacia la sala privada. Allí atendieron durante un par de minutos a la prensa. «Vamos a tener una gran relación», aventuró Trump. «Hemos superado muchos obstáculos hasta llegar hasta aquí», aclaró Kim. «Va a ser un éxito», insistió Trump. «Hoy superaremos los viejos perjuicios que entorpecían nuestro camino», corroboró Kim.